El reto de ampliar la democracia.
En los últimos años se ha ceñido sobre el cielo latinoamericano un temor que no es ajeno a nuestras inquietudes. Se trata de una realidad que ha sido reflejada por encuestas y analistas que postulan números que advierten sobre la posibilidad de perder nuestro valor político más preciado. Es lamentable que tras años de luchas y cientos de vidas entregadas, hoy digamos que nuestra democracia continental corre peligro.
Así lo reflejan los estudios recientemente presentados por el PNUD en su informe La democracia en América Latina, donde se publica un aviso claro a los sectores políticos sobre la necesidad de abrir los ojos frente a una creciente amenaza.
Los datos presentados en el informe del PNUD son todavía una advertencia, que de no escucharse podría echar al traste nuestras conquistas democráticas. Así como lo son también las opiniones de cientos de personas que nos presenta la columnista Rosario Espinal en una muestra fehaciente de que en América Latina el sistema político está siendo seriamente cuestionado y lamentamos decir que estos cuestionamientos no son infundados.
Veamos, en la encuesta del latinobarómetro, las respuestas a la pregunta ¿diría usted que el país está gobernado por unos cuantos intereses poderosos en su propio beneficio, o que está gobernado para el bien de todo el pueblo? El porcentaje de respuestas que afirmaban que su país está gobernado para el beneficio de unos cuantos intereses poderosos es el que presentamos a continuación:
República Dominicana 85%, Uruguay 78%, Honduras 66%, Brasil 65%, Ecuador 77%, Bolivia 76%, México 75%, Guatemala 64%, El Salvador 63%, Nicaragua 74%, Argentina 71%, Chile 70%, Perú 85%, Paraguay 78%, Costa Rica 68%, Panamá 67%, Colombia 59%, y Venezuela 51%.
Estas cifras llenan de crispación a cualquier ciudadano consciente y nos invitan a la reflexión. En conjunto con las cifras presentadas por el PNUD que indican que la totalidad de los países latinoamericanos tenían gobiernos elegidos democráticamente a excepción de Haití, estas encuestas nos hacen pensar en la necesidad de una salida. Por eso nos preguntamos: ¿Existe realmente en nuestros países la democracia?, ¿Se limita la democracia a la elección de los dirigentes o debe ser algo más amplio?
Muy pocas veces nos detenemos a pensar en nuestro futuro, quizá estas cifras y encuestas sean eso, un llamado a la reflexión y al estudio. Hemos visto en el ejemplo de nuestro país, la República Dominicana, que tras cuarenta años de dictadura sangrienta y oprobiosa, muchos claman por el regreso a aquella época de oscurantismo. Estos comentarios antidemocráticos se hacen hoy día y tienen una razón de ser. Se trata de problemas en la democracia y no con ésta. Se da el fenómeno de que a pesar de que elegimos a nuestros gobernantes, las limitaciones de lo que llamamos democracia, en nuestros países sólo se quedan en el ámbito electoral, y sucede que la democracia debe ir más allá.
El Estado democrático debe asegurar un mínimo de democracia civil, incrementar la participación de los ciudadanos. La política, aquella que definía Duarte como la más pura de las ciencias después de la filosofía, se ha visto alejada de los ciudadanos quedando éstos como simples electores. Los índices de pobreza indican la clara exclusión de las propuestas genuinamente democráticas que se enfocan en el mejoramiento social.
En fin, una gama de debilidades que nos llevan por derroteros que podrían ser mejores y que de no serlo acabarían incluso con el derecho a elegir y ser elegido, que es uno de los tantos derechos que nos debe ofrecer una verdadera democracia.
Las generaciones que heredaremos este continente y no las que hoy nos dirigen, somos los que debemos tomar conciencia del reto y de la necesidad que significa ampliar el espacio de la democracia, pues si bien la responsabilidad no es nuestra, a nosotros nos afectarán las consecuencias
Debemos velar por una ciudadanía participativa, por una democracia de ciudadanos. Hacer de la democracia un espacio de autodeterminación y de auto perfeccionamiento. Lograr la democratización de la economía y con esto lograr que cada ciudadano tenga acceso a los beneficios del Estado y de la convivencia social.
Ante la voz de una Latinoamérica cansada de engaños, desconfiada y confundida, seamos capaces de decir, como generación emergente, que nos atrevemos a asumir el reto, que aún vale la pena luchar y que los sacrificios anteriores no serán en vano. Aboguemos por relanzar la actividad política desde una óptica distinta.
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