La formación, el reto de una nueva clase política.
Todo el que nos conoce o nos ha leído, sabe que en el inicio de esta incipiente carrera proponemos un relanzamiento de la actividad política desde una dimensión ética. Esta es una búsqueda que encuentra en muchos de los lectores una idea de imposibilidad o incredulidad, pero que en sí es el motor de nuestro interés por los asuntos sociales y políticos. Cuando cuestionamos, cuando proponemos, cuando hablamos de hacer las cosas de otra manera, no lo hacemos con ánimo de hacer daño a nadie, ni mucho menos de levantar un discurso camaleónico, como lo han hecho muchos actores políticos a la hora de emerger.
Hablamos de una dimensión ética, de un ejercicio político orientado a la ciudadanía, de una acepción más abierta y transparente, de un accionar moderno, modernizador y con proyecto. Pero, ¿Cómo encontrar ese liderazgo? No surgirá un mesías que trascienda su tiempo y ejerza su influencia para la creación de dicha clase. No esperamos un caudillo que se comprometa con hacer una nueva clase política. Los liderazgos no surgen de otros, de hacerlo así se tornarían muy frágiles y no podrían llenar las expectativas que todos esperamos. La clave de un liderazgo distinto es la formación y la propuesta que planteamos se basa en esa máxima.
Cuando nuestras organizaciones políticas se aboquen a un pacto con las organizaciones de la llamada sociedad civil y los organismos internacionales para llevar a cabo un ejercicio de formación de su militancia, cuando nos preocupemos por que nuestros militantes y dirigentes conozcan los conceptos básicos de las ideas políticas, la formación cívica, el liderazgo gerencial, podremos decir que se ha iniciado el proceso que exigimos. Un partido político moderno debe estar cerca de la ciudadanía y a la vez acercar a esa ciudadanía al ejercicio pleno de sus derechos en conjugación con sus deberes.
Las escuelas de formación técnica, los programas de becas, las escuelas de idiomas, las bibliotecas, deben ser parte de un partido político que busque representar una sociedad con efectividad. Porque en la medida en que se hagan esos aportes a la militancia de un partido, se elimina la frecuente “necesidad” del recurso al clientelismo y del ejercicio político como medio de supervivencia, que está presente en todos los partidos del sistema político dominicano.
Una clase política independiente y autosuficiente, es decir, medianamente formada, asegura, en el ruedo, un ejercicio incluyente y decente.
Lo que proponemos no es el compromiso de un partido en particular; para que haya un adecentamiento de la profesión política, se requiere que todos los sectores que conviven en el abanico de opciones tengan un nivel aceptable de formación. Que cada partido cuente con un espacio de crecimiento, un laboratorio de formación de los ‘think tanks’ o tanques de pensamiento como reserva intelectual.
Esperamos que nuestro pedido sea acogido por los diferentes partidos políticos y que el empresariado asuma su papel de contribuyente al desarrollo social aportando a esta iniciativa. El rol del ciudadano en una democracia debe ser el de catalizador de las acciones de la clase dirigente.
Asumamos ese reto, la educación es un compromiso de todos los ciudadanos. Aunemos esfuerzos en un pacto colectivo para regenerar la clase política entre todos. Pongamos atención al filósofo español José Ortega y Gasset cuando dice: "Sólo es posible avanzar cuando se mira lejos. Solo cabe progresar cuando se piensa en grande." Manos a la obra.
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