Tuesday, February 12, 2008

El decreto cenicienta

En estas cuartillas deseo sumarme a los “solistas” que nos refiere la distinguida jurista y comunicadora Carmen Imbert Brugal para opinar sobre las medidas de “seguridad y prevención de la violencia” que hace unos días activara el Ejecutivo.

Nos asombra como la visión progresista del Gobierno Central se ha visto limitada, atrofiada por una visión cortoplacista, solapada, que no busca otra cosa que aguantar el eco de la paranoia colectiva que la criminalidad ha generado en los ciudadanos.

El delito se reduce a los ‘pleitos de falda’ de borrachos, que milagrosamente se producen después de las 12 de la noche de domingo a jueves y puntualmente, después de las 2 de las dos de la mañana los viernes y sábados.

Ante los reclamos y peticiones sobre la necesidad de que los militares patrullaran, el Presidente respondió que las Fuerzas Armadas estaban para casos de emergencia. Luego, los conservadores alegaron que existía el estado de emergencia y que había que sacar los militares a las calles.
Así, luego de conversaciones y debates el Presidente anunció sus medidas de seguridad pública. Patrullaje mixto y cierre de los negocios de expendio de bebidas alcohólicas tras las doce de la noche de domingo a jueves y de viernes y sábado a las 2:00 de la mañana.

Así se impone la visión conservadora. Así nace lo que los jóvenes han denominado “el decreto cenicienta”: unas medidas que pudiéramos considerar acertadas en muchos sentidos, pero que no solucionan la problemática para la que fueron concebidas. No detienen la delincuencia y el crimen que se han apoderado de las calles dominicanas.

Los robos agravados, las violaciones, los secuestros, los asesinatos, los desfalcos, la prevaricación, quedan absurdamente vinculados con el expendio de bebidas alcohólicas y los celos, según los argumentos del Presidente que aportan, con cifras y estudios, que la violencia es generada por estos factores.

Atrás quedan las causas radicales de la problemática: Las desigualdades sociales, el narcotráfico, el desempleo, la impunidad, la participación de agentes policiales y militares en la comisión de infracciones. Todo ésto es intrascendente ante la visión miope y conservadora de la problemática.
Dejamos a un lado el Estado de Derecho, con sus herramientas legales, que cumplidas a cabalidad detendrían la situación que nos azota, para entregarnos en brazos de decretos inmediatistas, pero, sobre todo simpáticos.

Hoy nuestros padres duermen con más tranquilidad con los hijos en casa, pero la creatividad de los que delinquen sabrá despertarlos e irrumpir en los hogares, porque las causas siguen vigentes y nada tienen que ver con alcohol y patrullajes.

Aceptamos las medidas, las cumplimos como ciudadanos responsables, pero exigimos que vengan acompañadas de atenciones reales a los orígenes y causas de la delincuencia en nuestro país. Esas causas son males sociales reconocidos y diagnosticados a diario por políticos, comunicadores, analistas y economistas.

Ojalá contáramos con la voluntad política que presentan las autoridades para el Metro de Santo Domingo en el caso que nos ocupa; así podríamos decir con más fe: E’ pa’ lante que vamos!

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