Tuesday, February 12, 2008

El silencio de los inocentes

Bien podría pensarse que nuestro escrito aborda temas de cine o literatura. Es sabido por todos que existe una película clave del cine de terror contemporáneo basada en una novela de Thomas Harris que lleva nuestro título, pero no es el caso.

Tampoco vamos a tratar el tema del canibalismo que se desarrolla en esa pieza cinematográfica y literaria. Abordaremos un tema controversial que parece tener una simpleza increíble, pero es de magnitudes insospechadas. Hablamos del silencio ciudadano ante los actos de corrupción.
Hace unos días hacíamos la larga cola del banco para pagar los impuestos de renovación de la licencia de conducir. En el camino vimos varios episodios donde “buscones” (expertos en gestión administrativa) violentaban el orden de llegada de los contribuyentes para colarse en busca del impuesto.

La simpleza de la temática puede parecerle al lector algo patética, cursi, pero la realidad es que este episodio que se da diariamente en todas las oficinas gubernamentales es la primera fase de una gran cadena que llega a los estratos más altos de la Administración Pública. La hemos denominado la cadena del silencio.

En uno de los casos, el “buscón” entró al banco sonriéndole al encargado de seguridad. Se detuvo a un lado de la fila y fue llamado de inmediato por la cajera. Ante la protesta del público que llevaba horas en espera de la llegada de su turno, la empleada respondió alegando que era un cliente y que iba a cambiar un dinero. Todos vimos salir a nuestro personaje con los recibos de impuestos pagos en la mano. De inmediato dedujimos que se trataba de una especie de sociedad entre la cajera y el ‘gestor independiente’.

Surgió de inmediato una discusión entre los presentes. La mayoría alegaba que no se podía hacer otra cosa que callar. Que esas eran cosas que habían pasado siempre y que seguirían pasando, porque se trataba del sistema. Otros dijimos que no, que había que levantar la voz. Quedarse de brazos cruzados no era otra cosa que contribuir a que siguiera sucediendo. En eso llegó otro “buscón” y repitió el mismo proceso. Las quejas aumentaron, la empleada del banco, con una sonrisa burlona, en tono sarcástico dijo: “y qué quieren ustedes si ellos necesitan cambiar dinero.” El silencio reinó.

A esos sucesos, que retardaron de manera considerable el avance de la fila en el banco de Obras Públicas, se sumó uno producido en otra entidad.

Se acerca un joven a uno de los encargados de seguridad con una tarjeta con el escudo dominicano. Dijo que tenía que ver a un funcionario. De inmediato presentamos nuestra queja, no sirvió para nada. Lo único que logramos fue la mirada odiosa del portador de la tarjeta. Pasó de inmediato en franco ejercicio del tráfico de influencias. Salió sonriente con su servicio realizado.
El silencio se apoderó de la sala de espera. Nadie se quejó.

Hoy queremos reflexionar ante aquel silencio cómplice y preguntar: ¿Hasta donde llegará la corrupción administrativa y el tráfico de influencias gracias al silencio? ¿Por qué tenemos que resistir, sin siquiera desahogarnos, que violen nuestros derechos? El silencio es el peor enemigo de la democracia y el mejor aliado de la corrupción.

El silencio es cómplice de la debilidad institucional, de los fraudes bancarios, de los abusos de poder, de los escándalos que han explotado en los últimos tiempos. Pero sobre todo, ese silencio insensible o temeroso, es cómplice de todos los actos de corrupción que están sucediendo y que van a suceder sin conocimiento público. Mientras callamos, unos pocos llenan sus arcas con nuestro dinero. El resultado es visible: Escuelas sin pupitres y maestros sin formación, hospitales en condiciones de clínicas veterinarias, hogares con pisos de tierra y techos de cartón y un metro que avanza diciendo en alta voz: ¡E’ pa’ alante que vamos!

Estamos convocando una actividad que busca romper las barreras del silencio; detener, con esto, la complicidad que sin intención hemos mantenido algunos sectores de la ciudadanía callando los problemas de nuestro país. Es hora de denunciar, de detener la impunidad, de mostrar la verdadera República Dominicana. Es hora de “La Otra Feria: República Dominicana desde Adentro”. Asistamos el próximo sábado 26 de agosto a partir de las 3:00 de la tarde, en el Parque Duarte de la Zona Colonial. ¡Detengamos el silencio de los inocentes!

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