Abril desde una dimensión joven.
Pertenecemos a una generación que no vivió la guerra de abril, ni tampoco la paz impuesta que los sectores vencidos, auxiliados por los Estados Unidos, quisieron “reponer”. Somos víctimas de un tiempo en el que no tuvimos que luchar por la preciosa libertad que tenemos, que tanta sangre costó a nuestros padres y abuelos. Pero, no quiere esto decir que la generación que nos tocó este ajena a los hechos y su historia.
En las escuelas y colegios se realiza una vista panorámica de lo que pudo ser la guerra de abril de 1965. Se nos hace un paneo histórico sin lujos de detalles por lo que fueron los más importantes encuentros armados. Sin embargo, creo que hace falta algo en nuestros libros de historia: criticidad. Los libros narran hechos y no emiten juicios ni a favor de un bando ni de otro, como debe ser. Pero tampoco profundizan en lo que son las causas de la guerra civil. Descuidan la imagen de los más importantes líderes de esa época imborrable y no destacan la firme convicción que movió a los jóvenes de entonces a constituirse en una fuerza de autodeterminación política y democrática.
Creer en la causa de abril no es creer en el marxismo; es creer en la realidad de que hoy tenemos una incipiente democracia gracias a la gallardía de unos jóvenes decididos que demostraron que no se podía burlar tan fácilmente la soberanía del pueblo. Que aquellas luchas no fueron por la instauración de un régimen comunista como quieren desinformar algunos ciudadanos de opinión; se trataba de demostrar que el pueblo no estaba muerto. Hoy podemos vivir una cierta paz, porque se dijo presente y se levantaron los puños en desafío frontal a las fuerzas antidemocráticas que quisieron desconocer el resultado de las primeras elecciones libres.
Muchos de nuestros antecesores creen que los jóvenes son ajenos a este proceso, no es cierto. Sucede que ellos mismos nos han enseñado una historia amañada y escrita a la imagen y semejanza de los intereses del que ostenta el poder fáctico y público. Es decir, se nos describe la versión más solapada y menos profunda posible para mantener dormida la conciencia de una juventud que sí tiene ideas, que sí tiene norte, que tiene mucho futuro, pero que no ha sabido encontrar un espacio donde desarrollarse.
Abril de 1965 significa para los jóvenes un pasado que no debe repetirse, pero a la vez un reto y una invitación a la superación generacional y a la lucha continua, usando medios distintos, por eliminar de una vez y para siempre los problemas que conviven con la preciada y todavía naciente democracia dominicana que fue soliviantada fruto del golpe de Estado de 1963 y que nuestros antecesores supieron defender con honor.
Quiero una juventud despierta, dispuesta a defender los valores de su pueblo y a luchar contra las opresiones que sufre este, que son las mismas de hace cuarenta años, que han adoptado otros medios y formas. Hoy tenemos otros instrumentos, contamos con mejores y más eficientes herramientas. Tenemos el diálogo, las ideas, la coherencia, la sensibilidad social; espero sepamos aprovecharlas. El hecho de que las viejas respuestas hayan fallado no quiere decir que las preguntas hayan dejado de ser las mismas. Hoy tenemos el reto de hacernos valer por medios civilizados. Este abril no es muy distinto de aquel abril. Honremos la memoria y hagamos nuestro abril, sin armas, sin sangre.
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