Tuesday, February 12, 2008

La nueva via.

La crisis institucional de los partidos tradicionales es una premonición de la aguda crisis política que se avecina de no variar actitudes desde el Estado y la oposición.
El aparato político-social dominicano se bate entre la improvisación y el parche de los tomadores de decisiones.
Se tornaría reiterativo mencionar las asignaturas pendientes de la dirigencia política actual, que ha demostrado falta de interés por los principales temas que requiere el devenir de nuestra democracia, que amorfa aún, resiste los embates de una rutina de descuido y voracidad.
Nos hace falta, entonces, recurrir a nuevas posturas que no se agoten en una elección, sino por el contrario, deriven en una verdadera presión ciudadana, que a partir del compromiso atienda con efectividad al amplio abanico de necesidades, desde las prioritarias en lo humano hasta aquellas que marquen rumbos en el mediano y largo plazo, más allá de posturas ideológicas.
En días pasados escuchamos del licenciado Hatuey De Camps una propuesta de concertación con miras a las elecciones del 2008, que buscaría presentarse como alternativa al desgastado sistema de partidos.
Denominándola “Cuarta Vía”, plantea un bloque compuesto por figuras que buscaron sin éxito la candidatura presidencial y fueron vencidos por los mecanismos de poder económico instalados en las estructuras partidarias.
El papel principal de una cuarta vía política no deberá ser en el plano electoral, sino en la interpretación del interés nacional y la proposición de una alternativa programática. Pues, de diferenciarse de las fuerzas que han monopolizado el juego político tradicional surge su posibilidad de éxito.
Así, dándole la espalda a lo meramente electoral, lo que pudiera ser interpretado como una emulación a los esfuerzos de Gregorio Luperón en el Siglo IX, podría devenir en un cambio institucional importante en la República Dominicana.
Los protagonistas de este nuevo proyecto, deberán dejar a un lado sus egos y ponerse de acuerdo en puntos básicos de la agenda nacional para empujar, desde la presión política y ciudadana por una variación en el manejo administrativo de la cosa pública y un fortalecimiento de las instituciones políticas, sociales y económicas.
Chile y su coalición, España y su Constitución, son ejemplos claros de acuerdos positivos y fructíferos. La “cuarta vía” deberá asumir el compromiso de relanzar, con nuevo contenido, la actividad política y promover la credibilidad de sus activos ante una oferta vacía de contenido ideológico y desgastada por sus erráticas administraciones.
Para derribar la política light y detener el avance de la plutocracia y el clientelismo hace falta elegir objetivos claros y presentarlos, de forma distinta, a la ciudadanía. El proyecto de “Cuarta Vía” es positivo si su culminación no resulta en más de lo mismo, si sus actores logran superar las prácticas pasadas y recomponer el espacio político para ampliar la democracia, transparentar el ejercicio público y comprometerse en llevar a cabo una agenda de desarrollo. Esperemos.

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