Tuesday, February 12, 2008

John Kenneth Galbraith

Hace unos meses murió una de las referencias mundiales de la economía alternativa: el insigne John Kenneth Galbraith. Destacado profesor de Harvard, escritor y articulista y además un representante de la vanguardia institucional de las administraciones demócratas en los Estados Unidos, desde Roosevelt hasta Clinton.
Nuestro objetivo es llamar la atención de los lectores de Dimensión Ética sobre las aportaciones de este importante personaje del siglo XX.
Autor de “Capitalism: The concept of countervailing power”, en 1952, donde señala que las grandes corporaciones han desplazado a las pequeñas y medianas empresas, por lo que los modelos de competencia libre y perfecta no pueden ser aplicados en la economía norteamericana.
Para contrarrestar ese poder, para Galbraith hay que fomentar el surgimiento de grandes sindicatos organizados y eficientes. En otro de sus éxitos, “La sociedad opulenta” presenta las características del sector privado, en contraste con la avaricia del sector público. Con ello demuestra que en Estado Unidos de los 50, existía una economía en franco crecimiento pero con grandes desigualdades sociales. Cualquier parecido con la República Dominicana deberá ser coincidencia.
En “La economía del fraude inocente: la verdad de nuestro tiempo", publicado en 2004, el economista nos lega una crítica radical de la economía, la política y la ética pública de nuestro tiempo, abriendo las puertas a un modelo alternativo que combine crecimiento con desarrollo.
Galbraith expone que la distancia entre la realidad y apreciación, no había sido tan amplia como hoy en día, porque el engaño y la falsedad se han hecho endémicos. Los políticos y los medios de comunicación han incorporado en su metabolismo los mitos del Mercado (que las grandes corporaciones trabajan para ofrecer lo mejor al público, que la economía se estimula sin intervención estatal, que las diferencias salariales obscenas y el enriquecimiento de unos pocos son producto del sistema que deben ser aceptados como males menores) y que ésto ha potenciado una desarticulación ética de la sociedad impuesta desde la economía neoliberal.

Nos hemos rendido ante el engaño y hemos decidido aceptar el fraude legal. La realidad es que el Mercado está sujeto a una gestión que financian y planifican cuidadosamente las grandes corporaciones privadas. Estas, por otra parte, ni están al servicio del consumidor, ni las controlan sus accionistas, sino los altos ejecutivos que han desarrollado una compacta burocracia corporativa que organiza los escándalos financieros como los de Enron, Worldcom o Arthur Andersen. Cualquier parecido con nuestra realidad, repetimos, es pura coincidencia.
Lo que Galbraith rechaza en su obra es la aceptación acrítica de un sistema que mediatiza la verdad y enaltece la especulación como fruto del ingenio, la economía de mercado como antídoto a los males económicos y la guerra como el gran instrumento de la democracia. En definitiva, sus aportes constituyen un estandarte socialdemócrata que busca la preservación de la ciudadanía o el ser humano como ente social y económicamente digno en vez de útil.
En nuestro país, quienes se pintan de “progresistas” sin dedicar energías y esfuerzos a la inversión pública en educación, salud y vivienda, sin entregar a la ciudadanía las herramientas y las oportunidades para desarrollarse, podrían estudiar los aportes de este coloso de la economía pública.
John Kenneth Galbraith nos dio luz con una política económica propia del keynesianismo más progresista, moderno y alternativo. América Latina bien podría mirar hacia su modelo.

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