"El desprecio de la desgracia"
Hace unos días, en el aula universitaria, escuché a un profesor hablando de su lugar natal, hablando de sus raíces en San Carlos. Ese barrio donde, según él, residían importantes personalidades y las mejores familias de nuestra sociedad, de “la crema y nata de la clase media-alta de la ciudad de Santo Domingo”. Por eso vengo a escribir este artículo de opinión en respuesta a una visión distorsionada y clasista de lo que hoy es San Carlos.No soy habitante ni residente del barrio San Carlos. Con él me une una corta relación desde hace unos meses, de recorridos nocturnos en laborantismo político. En dichos recorridos he conocido a diferentes personajes que me han dado una cara distinta al San Carlos que expone mi profesor cuando expresa, con tono reaccionario, que el barrio de su tiempo era habitado por gente respetable y no era lo que es hoy.
He visto al dominicano cansado de la faena de un largo día, reunirse para hablar del futuro de su país. Lo he escuchado hablar con respeto de los demás sectores de la sociedad. No he recibido de los sancarleños ningún calificativo despectivo por mi condición social. En San Carlos habita una clase media no pudiente que empuja día a día con el trabajo honesto para construir una vida mejor. Profesores, comerciantes, ebanistas, panaderos, técnicos, estudiantes son la media de San Carlos, ese barrio al que hoy quiere enrostrársele una marginalidad de la que no tiene culpa.
En nuestro país existen muchos barrios como San Carlos, habitados por gente trabajadora, decente y con ganas de avanzar, sólo que no encuentran una mano amiga que les permita dar pasos adelante. No encuentran un profesor solidario con su condición de pobreza que en vez de lanzar dardos envenenados, asuma su rol de crear conciencia en los estudiantes de condición más pudiente y privilegiada. No encuentran un ciudadano responsable que busque contribuir a la superación de los problemas que aquejan a nuestra sociedad.
No es posible avanzar con las trabas de una sociedad clasista que no reconoce el mérito de seres humanos honrados, sino que observa la bonanza social como elemento de juicio. Quisiera, para terminar, dejarles para reflexionar un párrafo que pronunciara Maximiliano Robespierre en los inicios de la Revolución Francesa, espero que aprendamos de esa lección, para no lamentarnos en la hora de la verdad.
“En nuestro país, queremos sustituir: el egoísmo por la moral, el honor por la honradez, las costumbres por los principios, la tiranía de la moda por el dominio de la razón, el desprecio de la desgracia por el desprecio del vicio, la intriga por el mérito, la presunción por la inteligencia y un pueblo adulador, frívolo y miserable por un pueblo magnánimo, poderoso y feliz.”
El futuro será posible si lo imaginamos desde el presente. Empeñémonos en construir una sociedad que busca y respeta la libertad de la persona. Debemos combatir las desigualdades excluyentes y crear las condiciones para la igualdad en nuestra sociedad. El primer paso es cambiar nuestra manera de pensar. Vale la pena.
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