Tuesday, February 12, 2008

Desigualdad

Charles Dickens en su ‘Historia de dos ciudades’, presenta la capital de la Francia pre-revolucionaria, como un esquema que planteaba dos realidades que convivían en un mismo escenario.

"Era la mejor y la peor de las épocas, el siglo de la locura y de la razón, de la fe y de la incredulidad; era un periodo de luz y de tinieblas en el que se iba en línea recta al cielo y por el camino más corto al infierno". Quizá para muchos de los que leen esta columna el tema de mi escrito no es algo nuevo, ni causa de asombro alguno. Sin embargo, dedico estos párrafos a mis amigos que conviven en la burbuja de una sociedad que oculta su miseria y aísla a sus miembros de todo compromiso.

Estoy seguro de que muchos de los jóvenes que asisten a las universidades privadas no conocen de la existencia de una sociedad paralela que subsiste en la pobreza más aberrante y despiadada. La avenida Abraham Lincoln, por ejemplo, presenta una fachada comercial y residencial que esconde, como una muralla, una ciudad perdida, donde muchas personas viven en hogares con pisos de tierra y paredes de hojalata.

Otra ciudad se esconde tras la aparente bonanza. Muchos de nosotros ignoramos esta ciudadela de miserias que parece desconectada de la vida de los que tenemos acceso a los privilegios de la imperfección económica de nuestra sociedad. Si seguimos obviando esta realidad paralela, sin tomar en cuenta el compromiso social y solidario con aquellos a los que la mala repartición otorgó la peor de las suertes, el peso de esa desigualdad caerá sobre nosotros en una ola de delincuencia, o peor aun, en una masa hambrienta y sin nada que perder, tirada a las calles. O lo más difícil, un falso redentor que se disfrace de oveja siendo lobo. No se trata de un simple altruismo o defensa de los derechos humanos, sino de una amenaza inminente y real que reside en las necesidades de la gente.Hay dos ciudades en Santo Domingo y ambas tienen una puerta que las intercomunica, un frío callejón de bloques de cemento sin pañete y menos de un metro de ancho une estas dos dimensiones.

América Latina está despertando de la ignorancia y la indiferencia, que es la muerte lenta de la democracia. Escuchemos esa voz que nos llama a trabajar por vencer la desigualdad para preservar la democracia.

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