Tuesday, February 12, 2008

La izquierda latinoamericana.

Hace unos días escribimos un artículo condenando una actuación de Hugo Chávez. El mismo recibió críticas frontales de múltiples amigos y conocidos de ideas progresistas y en esta entrega quisiéramos, sin objeto de justificar pero sin temor, asumir nuestro papel “revisionista” (lo que hace algún tiempo fue considerado como alta traición entre los movimientos de izquierda).
Queremos expresar nuestra satisfacción ante la ola de victorias socialistas y socialdemócratas en América Latina. Sin duda significan un respiro para los sufridos pueblos latinoamericanos. En ocasiones anteriores hemos afirmado creer en la inversión social y en la regulación estatal de los factores económicos que han abierto, durante largos años, una brecha abismal entre los muchos que nada tienen y los pocos que detentan el poder metálico.

En ese sentido, nos identificamos plenamente con las aspiraciones del Presidente venezolano, al considerar que la democracia es algo más que ir a las urnas a votar y luego regresar al caserío a ver el drama diario de violencia, pobreza extrema y desamparo.

Consideramos, también interesante, positiva, la apuesta por el “consenso bolivariano”, que ha iniciado un grupo de mandatarios en América Latina, con el objeto de establecer nuevos parámetros y una nueva política económica e internacional.

Habiendo transmitido nuestro compromiso con las ideas de izquierda y la creencia de que sólo con inversión pública en capital humano las naciones logran el progreso económico y social, nos dirigimos a establecer, sin ánimo de crítica destructiva, algunos señalamientos sobre la situación en cuestión.

Un sistema que pretende superar o sustituir otro, no debe, desde mi humilde opinión suprimir las ventajas del anterior. Eliminar la propiedad privada, por ejemplo, suprime la libertad de los ciudadanos en cuanto a autodeterminación individual y expresión propia, constituyendo una contradicción al sistema democrático con el que comulgamos.

No nos oponemos de ninguna manera al saludable “consenso bolivariano”. Sin embargo, consideramos que existe una corriente dentro del mismo, que busca dogmatizar sus postulados y personalizar (lo que es a nuestro entender un gran error) el debate asumiendo la vulnerabilidad de seres humanos como sostén de dicho proceso. También se destaca la asunción autocrática de algunos de los actores del mismo.

Como ejemplo, podemos señalar la frase “Todo aquello que fue privatizado, nacionalícese.” También el caso de la solicitud de poderes extraordinarios por dieciocho meses para que el Presidente legisle. Ambas, muestras francas de soberbia, pensamiento único, dogma, expresión divina, una falta de pluralismo nocivo al desarrollo del modelo que se propone.

Nos parece imposible lograr la propiedad colectiva y el avance económico-social en conjunto; son situaciones repulsivas. Las causas las podemos consultar en la obra del gran economista internacional Mancur Olson que versan sobre el socialismo radical como bien público.

Las recomendaciones de la nueva economía pública (al estilo Amartya Sen) que se nutre de los avances en la microeconomía (en contraste a la paradójica posición de rechazo de algunos de los componentes de la izquierda en América Latina) no deban ser obviadas. Dicha corriente no se olvida del componente social-humano, bajo el cual analiza todas sus recomendaciones de política.
La izquierda racional, democrática, moderna, debería mirar hacia el consumidor (el sufrido ciudadano de a pie), como lo hacen Lula da Silva, Nestor Kirchner, Michelle Bachelet, Tabaré Vásquez. Los retos de esa izquierda triunfante están sin duda en saber combinar las nuevas formas sociales que componen la ciudadanía del siglo XXI con la cobertura de las necesidades sociales de dichos ciudadanos, entendidos como entes autónomos y productivos, no como ovejas que siguen el camino trazado por el pastoreo populista.

Contamos con un nuevo sujeto político no colectivo como la clase obrera de antaño, que estaba estructurada en bloque. El ciudadano de hoy, activo y consciente, quiere ser tratado de tú a tú y ser co-protagonista de su avance. Por eso demanda nuevas reglas del juego.
Los habitantes de la región piden un nuevo contrato político con la clase dirigente y de los empresarios, un nuevo contrato social. Necesitamos abrir espacios de actuación más allá de la dinámica electoral cortoplacista.

Más participación en la agenda pública, menos barreras de entrada y menos distancia entre los políticos y la gente común. Esto, sin sacrificar las ventajas del ancient régime. Si logramos una alternativa en ese sentido, Latinoamérica verá la luz. Si por el contrario nos disponemos a activar el modelo Perón, la izquierda terminará derrotada y desacreditada.

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