Tuesday, February 12, 2008

Salcedo o las Mirabal

En un programa matutino, escuchamos con tristeza a un comunicador arremeter contra quienes propusieron que se nombrara “Hermanas Mirabal” a la provincia Salcedo.
No es nuestra intención generar una serie de pronunciamientos chismográficos, como es común en el ambiente intelectual dominicano.

Consideramos absurdo levantar, en momentos en que nuestro país pasa por calamidades varias, polémicas en torno a la honorabilidad de personajes que vivieron y trascendieron en épocas pasadas.

Lo que queremos es señalar, por considerarlo un deber ciudadano, nuestro rechazo a las declaraciones de algunos sectores que quieren envilecer la propuesta de los legisladores que presentaron hace unos días la moción que modificaría el nombre de la Provincia Salcedo.
Nuestro objetivo está lejos de denostar al primer Presidente de la Guerra Restauradora, Pepillo Salcedo, pero sí creemos conveniente colocarlo en su lugar histórico, aún asumiendo el precio público que supone enfrentar una figura de su calibre.

Llamar “traidores” a unos legisladores que proponen nombrar una provincia en honor a los símbolos más contundentes de la libertad en nuestro país constituye un crimen. Las Mirabal han sido inmortalizadas con literatura, arte y hasta el día internacional de la no violencia contra la mujer en su memoria, honrarlas colocándole su nombre a la provincia que les vio nacer no debe, no puede ser catalogado como traición.

En etapas totalmente diferentes, Pepillo Salcedo y las hermanas Mirabal jugaron roles preponderantes en las luchas libertarias. Sin embargo, si de traición hablamos, en ese marco podría considerarse la actitud de dicho líder restaurador, quien respaldara el movimiento que inició en el Este del país el General Buenaventura Báez, el cual se declaró rebelde en 1865, logrando el apoyo de varios sectores del Cibao, incluyendo a Pepillo Salcedo y desmembrando la junta restauradora. Estos sucesos llevaron a Gregorio Luperón al destierro en Saint Thomas y debilitaron las fuerzas patriotas.

Lo que declaramos no busca desmeritar a Salcedo, pero busca abrir los ojos de un gran número de personas que, con fe en las palabras de comunicadores que se presentan como catedráticos de historia, confunden la dimensión de los hechos en cuestión. Sostenemos nuestra postura, creemos más relevante la lucha heroica y el martirio por la libertad del pueblo dominicano que la dicha que tuvo un hombre, cuyo talante y honor no están en cuestión, de ser Presidente de la República en Armas.

Los mismos que arrean los ánimos autoritarios en sus aclamaciones nostálgicas quieren hoy condenar, con alusiones tremendistas, el reconocimiento a tres mujeres que dieron su vida en la lucha contra las vejaciones de la dictadura trujillista.

Nos duele que muchos de los “grandes comunicadores” de la actualidad utilicen los micrófonos para burlar la inteligencia del pueblo dominicano, denostando las posiciones dignas de ciertos diputados, sin embargo, nunca han levantado su voz contra torturadores y esbirros de aquella era funesta, vivos y sueltos, que hoy son reputados personajes de la sociedad.

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