Tuesday, February 12, 2008

Preservemos la vida, despenalicemos el aborto.

El aborto ha sido y será siempre una fuente de contradicción. Cuando se discute en academias, en foros, en la calle, no puede ser distinto de los debates en las vistas públicas del Poder Legislativo. Escribimos estas líneas, tras haber sido testigos de segunda mano de los hechos ocurridos en el Congreso Nacional, en días pasados, con relación al debate sobre la despenalización o no de la interrupción voluntaria del embarazo.
El tema siempre ha sido de amplio interés para nosotros, pues, constituye, sin dudas, una realidad latente en nuestro país, y sobre la cual la clase política dominicana ha demostrado que no se encuentra a la altura del debate.
Las pasiones desatadas son un ingrediente de esperar en la temática, pues las argumentaciones a favor de que la penalización permanezca son, casi en su totalidad, fruto de posiciones religiosas y/o místicas. Sin embargo, mientras unos y otros teorizan a favor o en contra de la inclusión del aborto en cualquiera de sus vertientes, el país es testigo de una realidad cruda.
Diariamente se realizan unos 550 abortos en la República Dominicana. Los mismos, fruto de la penalización, son efectuados sin ningún control o regulación de factores de higiene y salubridad. En el año 2006 seregistraron en el país, aproximadamente 100,000 abortos. Todas estasinterrupciones del embarazo se realizan en la clandestinidad y susconsecuencias van en detrimento de la vida de la mujer. La misma que lejos de ser informada e instruida correctamente, por los organismos estatales se mantiene en la cruel oscuridad de la imposición moral.El alto porcentaje de mortalidad materna atribuible al aborto inseguro es, sin lugar a dudas, un elemento que debe conducir a una profunda reflexión de quienes tienen a su cargo legislar sobre las cuestiones sociales en nuestro país.
Sin embargo, parecen prevalecer los dogmas de fe, ante la razón de Estado y la ciencia. Las políticas en materia de derechos humanos no deben versar sobre derechos divinos, sino terrenales.La Constitución de la República sustenta la libertad de cultos y establece las bases para la laicidad estatal. Sin embargo, los actores siguen sin romper con las barreras heredadas del trujillismo y no denuncian un concordato excluyente y discriminatorio. La prevalencia de esos privilegios eclesiales es, aunque pocos lo crean, una fuente de vulneración de derechos.El tema del aborto, viene a ser la muestra más controversial de esta realidad.
La garantía del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo debe estar sustentada en normas jurídicas basadas en el marco de los derechos internacionales y de ninguna manera puede estar supeditada a criterios de conciencia o de religión, que ponen en serio riesgo las democracias y el estado laico, que es un principio medular de todo sistema moderno.
El Estado dominicano debe abandonar el 3% de países miembros de las Naciones Unidas en los cuales se prohíbe completamente todo tipo de aborto. Con miras a formular políticas públicas dirigidas a proteger el derecho a la salud femenina, implicando el reconocimiento de estas como sujetos de derecho, debemos abrirnos a una seria discusión. Sin panfletos y alharaca, afrontemos un choque de ideas justo y necesario. Sin embargo, lejos de la cháchara oportunista politiquera y de la imposición moral, el debate sobre esta temática debe valerse de estudios, de análisis de políticas públicas que sustenten la necesidad o no de una decisión a favor o en contra de este derecho reconocido hoy por más del noventa por ciento de las naciones de occidente.Pasando por alto todos los factores sociales de la problemática, simplemente pedimos cordura. La despenalización de un hecho jurídico no compromete a quien no considere correcta su realización. Permitir a quienes piensan distinto que actúen distinto es un acto de profunda fe democrática.
Despenalicemos el aborto e incentivemos una campaña que cree conciencia sobre el embarazo y sus implicaciones. Detengamos el oscurantismo a que nos han sometido durante años sectores que escudados en engañosos principios morales han contribuido a los peores atentados contra la ética y la moral privada en nuestro país.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home