Tuesday, February 12, 2008

Votar o no.

El descrédito de la política y la falta de compromiso con la ciudadanía de parte de quienes la ejercen, ha alejado de manera marcada a los dominicanos y las dominicanas de su interés por los asuntos públicos. La gente se ha recluido en sus vidas privadas, dándole la espalda a una situación social y política que podría traer grandes y lamentables consecuencias para nuestro país. El abstencionismo es, sin duda, un reflejo de dicha actitud.

La gente, ante la desesperanza y el hartazgo, asume como respuesta el inmovilismo, una actitud que sin dudas responde a una visión distorsionada de la realidad. Los sectores conscientes, lejos de asumir posturas proactivas para solucionar los problemas que aquejan a la ciudadanía, se cruzan de brazos en protesta ante una situación que no mejora protestando, sino actuando.
Estas reflexiones las hacemos en momentos en que requerimos un mayor compromiso de dichos sectores de la ciudadanía que han decidido hibernar políticamente, debido a la suciedad de nuestro sistema político, sin saber que algún día los destrozos y consecuencias de esa mugre llegarán a su cueva y les despertarán desprevenidos.

No tenemos nada en contra de la abstención, la consideramos una figura política tan legitima como cualquier otra. Todo ciudadano tiene derecho a expresar su descontento de la forma que considere. Además, no creemos que el derecho al voto sea una obligación ciudadana, es un mecanismo para cambiar o ratificar administraciones.

Ahora bien, si no asistimos a votar en resistencia o castigo a quienes no han cumplido con nuestras expectativas y nos han burlado durante años, estamos, sin saberlo haciéndoles un favor.

Los políticos tradicionales cuentan con una clientela (una cantidad minoritaria de personas que les soportan en sus aventuras personales, que dependen de ellos y les aseguran una suma considerable de votos en cada elección). Si las personas conscientes, que deseamos que la realidad actual tome otro rumbo, no les damos un voto de castigo, serán llevados a los espacios de poder por minorías, que se reflejarán en mayorías electorales.

Los hombres y mujeres de trabajo, aquellos que tienen que hacérselo todo a sí mismos y que no dependen del poder para solucionar sus problemas diarios, tenemos un espacio y una oferta en los próximos comicios. Existen opciones potables y notables que podríamos hacer triunfadoras para cambiar las formas burdas en que nos han querido dirigir durante los últimos cuarenta años. No dejemos que la apatía les abra el camino nuevamente a quienes nos han burlado por tantos años.

Para un afamado escritor peruano, “El conformismo es la muerte lenta de la democracia”. No nos conformemos con lo que tenemos, no nos sentemos a esperar que alguien venga a salvarnos de los que nos han sumido en el actual estado de cosas. No permitamos que decida por nosotros una masa que es esclava de sus necesidades y de su falta de formación. Hagámonos contar. Votar, no es la solución a los problemas, no va a hacer que cambie de una vez la realidad política que adolescemos, pero, votar bien, es el primer paso para que personas sin principios, con precio y sin nada que ofrecer a la ciudadanía, abandonen cargos para los cuales no reúnen condiciones.
La conciencia ciudadana debe despertar el próximo 16 de mayo para dar respuesta a un estado de cosas injusto, desvergonzado y que nos ha llenado de apatía ante procesos que sí nos deben interesar. Votemos por personas y proyectos que puedan tener la dignidad del cargo que ocupan, antes de que sea demasiado tarde.

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