Política TV
Los medios de comunicación, en especial la televisión, se han constituido en instituciones importantes del sistema político en nuestro país.Gran parte de los dirigentes han renunciado al contacto con la sociedad y se han resignado al poder de opinión ejercido desde la pantalla, sin más.
Durante años hemos presenciado el crecimiento de liderazgos políticos huecos, basados en una buena programación.
Hoy, somos testigos del daño que esto hace a nuestra comunidad en el sentido de una falta de conexión entre la política, ejercida por actores de televisión y la ciudadanía.
Al criticar esta realidad no atacamos el instrumento viable y exitoso que constituyen los medios televisivos, que tanto provecho han aportado a las administraciones de John F. Kennedy y del mismo Hugo Chávez. Nos referimos a su utilización vacía e irresponsable para proyección de imágenes sin sentido y totalmente alejadas de la realidad política en que vivimos.
Es clara la necesidad del uso de esta importante industria, la televisión, para llegar a los ciudadanos. Pero el sentido de la “política TV” es desentenderse de las necesidades de la gente para, aprovechando la pobreza educativa de nuestra ciudadanía, convertir el escenario político en un entorno de farándula chismográfica.
Muchos liderazgos emergentes han querido erigirse mediante el uso de relaciones que le facilitan el acceso a los medios. Es válido el uso de estas vías, pero, sin duda, un elemento que atrasa el crecimiento. Mantener un perfil de comunicación a través de una pantalla y de esta manera dejar en un segundo plano el valor del acercamiento con el ciudadano, el importante ejercicio de escuchar sus problemas, de observar su realidad, de sentir sus pesares, que debe ser el primer paso de todo líder.
En nuestro país existen muchos liderazgos potenciales. Nuestra juventud está llena de personas dispuestas a dedicar su esfuerzo sacrificado a trazar las líneas de dirección en el Estado. Pero, ¿estarán dispuestos a sentarse con desconocidos a lo ancho y largo de la República para escuchar sus quejas del diario vivir?
La juventud valiosa que está dispuesta a aportar desde la vida pública para construir un país mejor, no puede perderse en la engañosa bruma de la política mediática. Hay que ir a los barrios, a los pueblos y campos. Hay que conocer la gente, compenetrarse con su realidad, mirar sus rostros y recibir el mensaje. Porque el político debe ser un intérprete, un traductor que recoge las inquietudes para expresarlas en acciones viables. Las nuevas generaciones no pueden cerrar los ojos ante esa necesidad inminente.
Rechacemos la política TV. Construyamos nuevas formas, utilicemos nuevos medios, pero nunca nos olvidemos de nuestro objetivo primario: la gente. Hagamos un país de ciudadanos, no de televidentes.
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