¿Tortícolis política?
Señor Homero Figueroa:
Tras saludarle con el respeto y distinción que merece, me dirijo a mis razones para escribirle este correo. En las páginas del Diario Libre del Martes 17 de enero del presente año, usted establece comentarios sobre el supuesto surgimiento de un proceso de "tortícolis política" en América Latina. Esgrime que en los países en los que han triunfado alternativas de izquierda, moderadas en su mayoría, gana la simpatía y no el buen juicio.
No queremos de ninguna manera menospreciar su criterio, pero consideramos, desde la humilde acepción de un joven dirigente político de tendencia socialdemócrata, que dicha ¨tortícolis¨ se debe a que los países de América Latina van despertando de una larga pesadilla de más de 15 años en donde se les impuso un crecimiento económico desenfrenado que sólo ha surtido beneficios en estratos muy minoritarios de la sociedad. Hablamos, y usted lo sabe, de las fórmulas neoliberales que habían surgido en Iberoamérica como resultado de la ola del neoconservadurismo en Europa y Estados Unidos.
Dicho proceso, impone un crecimiento sin redistribución del ingreso que ha acrecentado un abismo entre los que más tienen, que son muy pocos y las inmensas mayorías que nada tienen. Si observamos esa realidad, vemos que ha sobrado juicio al elegir, por lo menos una gran parte de los nuevos liderazgos de América Latina, y dicha ¨tortícolis¨ responde a la necesidad de una salida.
Tomando en cuenta que no estamos de acuerdo con el estilo pintoresco, neopopulista del gobernante venezolano y el recientemente electo boliviano, sí creemos que su presencia en el mapa político está más que justificada por una ola de prácticas que durante años han observado como primer objetivo la exclusión social y ciudadana y la primacía del mercado sobre su capital humano.
Observemos, solapadamente, las realidades separadas de Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia y Chile donde se observan más marcados los vestigios de la "tortícolis" a que usted se refiere.
En Brasil, y usted lo sabe, teníamos una realidad absurda de hambre, siendo este uno de los países más poderosos en el sur del continente. En Venezuela, el negocio del petróleo se concentraba en clanes familiares con la complicidad del gobierno y la mayor producción de dicho país no daba los frutos necesarios para obtener una cierta equidad, que debe ser objetivo de todo gobierno, tanto de izquierda como de derecha, si quiere seguridad jurídica y ciudadana.
En el caso de Argentina, todos conocemos el colapso que hubo en dicho país que ocasionó la salida del poder del ex-presidente De la Rúa y el desplome del sistema bancario. En Bolivia, la mayoría indígena permanecía marginada y casi sin derechos ante la realidad de un país que encontraba nuevas fuentes de riquezas.
En Uruguay, Tabaré Vásquez surge de una realidad de gobiernos conservadores que habían gobernado obviando la existencia de las mayorías. El caso de Chile, no responde al plumaje de la líder que acaba de ganar las elecciones, responde pues a un gobierno de centro-izquierda que llevó a Chile al desarrollo social, luego de un crecimiento económico que se materializó a base de plomo, fuego, sangre y odio durante los años que siguieron la vergonzosa "caravana de la muerte".
Cito estos ejemplos, que son los que han amanecido ya con su cuello torcido, como un simple anuncio de lo que será el futuro de una América Latina más abierta y plural, genuinamente democrática y socialmente inclusiva.
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