La coherencia de Pablo Iglesias.
Harán 150 años del nacimiento del líder obrero español que fundara el Partido que hoy gobierna España. Pablo Iglesias, aquel luchador incansable por las conquistas sociales de la clase trabajadora, no debe pasar desapercibido en nuestra Dimensión Etica, porque sin duda su valor compone un referente histórico más allá del continente europeo. Nuestro deseo es sembrar en el lector el interés para el estudio de esta figura emblemática de la política española.
Uno o más referentes no nos deben faltar a la hora de componer un espacio, como jóvenes, como estudiantes, como profesionales, como padres, como seres humanos. Esta vez hemos querido escoger a Iglesias, por su estatura moral y su honor al defender el derecho pisoteado.
De joven, se encuentra despedido de su empleo, por defender a un compañero abusado por el patrón. Condenado a llegar a su casa sin saber qué tendrá para comer al día siguiente. Es el Pablo Iglesias que nos viene a la mente en momentos en que tratan de desanimarnos, que se nos hace el llamado al pragmatismo, a “la cordura”.
El hombre austero, de mirada profunda, que dedicara sus energías a la construcción de los instrumentos de lucha más vigorosos del panorama político español, la UGT y el PSOE, no limitó su militancia a un accionar persecutor del poder. Como alguno de nuestros caudillos del siglo XX, se consolidó como un referente moral histórico, que podríamos levantar para nosotros mismos en momentos en que nos digan que la política es una actividad que empequeñece las virtudes y engrandece las pasiones malsanas de los hombres y mujeres que la practican.
El hombre que representa ante los poderosos los intereses de los débiles, de los oprimidos, lo hace acrecentando su dignidad y la de su causa, desde las instituciones, en el parlamento, como concejal, haciendo vida política activa y siendo partícipe de un movimiento sindical de gran importancia en su país.
Sus palabras, nos hacen un llamado a la actitud comprometida, a la limpieza de espíritu, a la honradez, cuando dice: "Por mucho que valgan las ideas, no pueden prosperar en el grado que deben si sus sostenedores, y principalmente los que ocupan las primeras filas, no son enteros, serios y morales. No sólo hacen adeptos los partidos con sus doctrinas, sino con los buenos ejemplos y la recta conducta de sus hombres".
Pero, más allá de sus virtudes destacadas, de su sencillez casi extinta en los círculos políticos actuales, donde la parafernalia y el aire de grandeza son estereotipo, más allá de su honradez y austeridad revolucionarias, está una virtud que quisiera destacar como la más importante en el empleo de nuestro referente histórico para aplicarlo a la realidad política presente y futura, tanto de nuestro país como del exterior. Es esa virtud que ha generado con su ausencia el descrédito de la clase dirigente. Es el hecho de sostener y dar vida a la palabra con el peso de la obra, de la acción. La coherencia, ha sido y será, la quintaesencia de la reformulación de un sistema político que parece soliviantarse ante los golpes de la ineficacia predadora. Reflexionar en ese sentido no sería una mala actitud de nuestra clase política tradicional.
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