Sobre el nacionalismo.
Fue el nacionalismo, en los años que sucedieron las revoluciones burguesas, la chispa que encendió la llama de los procesos independentistas en toda América Latina. Hablamos de un contexto de naciones explotadas por potencias depredadoras y voraces que antepusieron el oro de las “colonias” a la supervivencia, incluso, de etnias y grupos humanos. Tras este paso importante en la consecución de las libertades de los pueblos vimos como durante más de un siglo, los nacionalismos, ya sin el ánimo de autodefensa, se han impuesto encarnados en figuras despóticas oportunistas que sometieron a sus gobernados de la misma manera que lo hicieron aquellas potencias.Para citar un ejemplo cercano, hace poco más de cuatro décadas, murió un hombre que amparado en el nacionalismo y en las pasiones exacerbadas de los dominicanos se perpetuó en el poder durante más de treinta años. Hoy vemos, tras develar ríos de sangre, que muchas personas resaltan con orgullo la importancia que aquel tirano atribuyó a lo nuestro y el corte nacionalista que guió su accionar. Como este, podemos observar miles de ejemplos en nuestro país y en América Latina, así como Europa.
Tras haber conquistado nuestras independencias impulsadas por las ideas del nacionalismo, y haber consumado nuestras soberanías nacionales, creemos improcedente fomentar el nacionalismo como fuente de pensamiento teórico político, a sabiendas de su reiterada y reincidente cercanía a las prácticas autoritarias.
Con el fenómeno de la globalización de los mercados ha surgido un movimiento que ha querido ser identificado por muchos sectores como una respuesta nacionalista al proceso de unificación de los mercados; un error. Las premisas de dicho movimiento contra la mundialización son de corte social y no buscan en ninguna de sus vertientes la exaltación de lo nacional sobre lo extranjero, que es en sí el nacionalismo. Estos movimientos son una respuesta contundente a la negación de la esencia de un globalismo genuino, que busca mundializar el bienestar, los derechos: el acceso a la información y la educación, la salud, la seguridad ciudadana, la democracia social, política y sobre todo económica. Estos propósitos no buscan poner “lo nuestro” por encima de lo ajeno, sino armonizar las sociedades bajo parámetros justos y equitativos.
El nacionalismo es una enfermedad ideológica que, obviando los orígenes de las sociedades, como entes creados y, por tanto, artificiales, pretenden poner estructuras nacionales por encima de los seres humanos. Creemos en la nación, amamos lo nuestro, buscamos lo mejor para nuestros hermanos dominicanos, pero, de igual manera queremos que los demás habitantes, ciudadanos de cualquier parte del mundo tengan una vida próspera, acceso a todos los derechos que les confiere su calidad de seres humanos.
La patria debe ser un espacio de libertad donde se interrelacionan los sentimientos y las razones. Donde confluye el amor propio y la solidaridad, el respeto por las diferencias y la acepción de que todos los seres humanos somos iguales; que a fin de cuenta, son los principios básicos que dieron origen a la misma y que heredamos del Siglo de las Luces.
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