Reivindiquemos la política.
Para los lectores puede parecer absurda la idea que plantea la frase que encabeza el presente artículo. Venir a reivindicar la política en una época en que dicha palabra ha adquirido un sentido peyorativo se hace cuesta arriba. Hemos visto en la prensa y en el diario vivir como se refieren a diversos temas usando el contenido político para descalificar.
En muchos diarios leemos, por ejemplo, que no deben tomarse medidas con “criterio político” en ciertas actividades que son de verdadero interés público. Asimismo, hemos escuchado hablar del ‘riesgo de la politización’ como algo degradante. En todos los casos lo político se ve como sinónimo de algo no deseado, algo sucio.
Debemos recordar que la política viene del griego polis, administración de la ciudad, traducido hoy a la administración de los asuntos públicos, una cuestión inevitable en todo conglomerado o sociedad. No podemos confundir los términos. Quisiéramos que la política recobrara su credibilidad y su valor real, el de una actividad saludable y honrosa.
Estamos conscientes de que se han observado conductas desagradables, actuaciones desbordadas muchas veces asqueantes, de parte de algunos actores políticos. No podemos negar que hemos visto funcionarios públicos que se han caracterizado en su ejercicio por el abuso de poder, las prácticas delictivas, el provecho del erario público, las concesiones interesadas, el maltrato a ciudadanos, la falta de coherencia, la inobservancia de las normas de la ética.
No creemos que sea correcto llamar a los judíos usureros, ni todo haitiano es ladrón por el hecho de que alguno haya robado, ni es válido decir que todos los empresarios son evasores o estafadores; de igual manera no todo político es delincuente ni mentiroso por naturaleza, ni cualquier error en su gestión lo descalifica automáticamente.
Los comentarios negativos sobre los políticos son amplificados, en algunas ocasiones, por personas interesadas en que ese sector se mantenga alejado de la ciudadanía, porque de esa forma se facilita el control de la clase dirigente. Es más probable poder controlar a un político que no cuenta con el apoyo de la ciudadanía, porque esto lo convierte en un agente sin compromiso y puede, de esta manera negociar, aprobar asuntos convenientes para ciertos intereses ajenos a la ciudadanía que le rechaza.
Si no acercamos la política a la ciudadanía los problemas nacionales no verán solución. Se requiere hacer que la gente crea de nuevo en la política y en los políticos. Pero esto se hace con accionar transparente, con conductas honestas, con coherencia, con seriedad.
No podemos estar condenados a aceptar que la clase que está destinada a gobernarnos no sirve. Desacreditarla no es un paso para corregir los problemas que presenta. Por eso creemos necesario reivindicar la política, hacer las cosas bien con el simple objetivo de ser cada día mejores.
Muchos dicen que pasan de la política, que la política es para los políticos. No toman en cuenta que la política no pasa de ellos y los efectos de un fenómeno producto del descrédito que avanza, también caerán sobre la ciudadanía. Salvemos la responsabilidad futura, quizás sea lo único que queda, pero es algo.
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