Educación, educación, educación.
Hace unos días fue inaugurado el Foro Nacional por la Excelencia de la Educación, una iniciativa bastante interesante pero contradictoria. Lo es en el sentido de que en el presupuesto nacional se le asigna a la educación una dotación de recursos económicos que no se corresponde con la declarada prioridad nacional que asume el gobierno dominicano en dicho foro. Consideramos pertinente presentar algunas ideas sobre la educación y su importancia, más allá del panfleto o la propaganda.
Muchos coincidimos al entender que la mejora del capital humano de nuestras sociedades es la prioridad principal en el desarrollo de las naciones. Sin esta se imposibilitaría el aumento de producción y el acceso a la igualdad de oportunidades, ambos elementos importantes en una visión progresista del proceso político y social. También se haría imposible la consecución de una administración eficaz y a la vez transparente, pues la educación es la zapata de toda construcción social eficiente.
Lo que definiera el ex presidente del gobierno español Felipe González como “la variable estratégica de mayor trascendencia para enfrentar los desafíos del siglo XXI”, no es, sin duda, una variable ajena a nuestra realidad. Por el contrario, nuestra sociedad es una de las más necesitadas de este elemento que al parecer a nuestra clase política tradicional le parece un toque retórico o un accesorio discursivo.
Es, sin duda, esa "pobreza de capacidad", como llaman las Naciones Unidas a la falta de educación, la más profunda de todas las que padece la sociedad dominicana, y aunque a muchos les parezca fuera de base, es la causa fundamental de las demás modalidades de pobreza que sufre nuestra sociedad desde hace siglos, acentuadas hoy por un inmovilismo irresponsable de las autoridades.
El gasto educativo se identificaría, según nuestra visión, como una inversión en capital humano y no como un simple gasto social. Una inversión que daría como resultado una reingeniería estructural de nuestra sociedad. Inversión que debe enfocarse en líneas diversas sin priorizar unas sobre otras, es decir, educación inicial, primaria, básica, técnica, profesional y especializada vistas como elementos de desarrollo plural y ampliado.
Estamos hablando de sociedades más activas, más capaces de integrar a un número creciente de ciudadanos que desarrollan sus propias iniciativas. De incorporar a nuestro sistema nuevos valores. Es decir, crear un sistema educativo eficiente, capaz de formar ciudadanos conscientes de sus derechos y de sus deberes.
El Estado debe mostrarse dispuesto a apreciar y a estimular la capacidad creativa y el potencial de los ciudadanos que generan riqueza y oportunidades para sí mismos y su entorno social. Obviar esta realidad es someter a los pueblos. Debemos impulsar el compromiso de nuestra ciudadanía y de nuestra clase política con abrir nuevos horizontes para construir un país mejor.
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