Tuesday, February 12, 2008

La duda de Hamlet

Observando el título que hemos escogido para nuestro artículo podríamos entender que se trata de un escrito relativo a la grandiosa obra de William Shakespeare titulada Hamlet. En la misma se planteaba, con acentuadas expresiones de las pasiones humanas, una tragedia que tiene como fuente la historia de Dinamarca.

No. Queremos traer a colación una tragedia criolla que a diario nos presentan los actores de nuestro interesante y desacreditado teatro político nacional. Es visible la muestra exacerbada de pasiones que la prensa proyecta de los juicios de gran parte de nuestros políticos criollos.
Siguiendo la histórica tradición política de hacer oposición por el simple e injustificado objeto de hacerla, los diferentes frentes abiertos contra el gobierno han expresado su inconformidad con el impulso de la Reforma Constitucional. Reformistas y perredeístas iniciaron esta semana argumentando que la propuesta presidencial buscaba interesadamente distraer la opinión pública de los problemas nacionales. Dichas declaraciones recuerdan jocosamente el dicho popular de que el dominicano no puede comer chicle y caminar al mismo tiempo, lo cual no es cierto.

Los aspirantes presidenciales tirados al ruedo político, buscando incidencia, han dado la espalda a un proceso de gran importancia para el desarrollo de nuestro país y para la solución segura y a mediano y largo plazo de muchos de los problemas que, realmente, azotan a los ciudadanos día tras día. Y es que la ceguera de la dirigencia política tradicional no les permite observar que la gran mayoría de los males nacionales tienen origen en asuntos estructurales.

La vida pública dominicana, en el plano económico, ha transcurrido de reforma en reforma sin que los productos de las mismas lleguen a la población. ¿Acaso quienes aspiran a regir los destinos de la nación dominicana no se han detenido a observar que las reformas económicas que han puesto en marcha no tocan fondo? Nosotros creemos que esta realidad se da por la debilidad de nuestras instituciones políticas que son las encargadas de llevar las reformas a su concreción. Las recetas han fallado por falta de institucionalidad.

En un esfuerzo, desinteresado o no, por llevar el tema institucional a la agenda nacional, el Presidente de la República abrió la Consulta Popular para la Reforma Constitucional. Vemos, pues, el primer eslabón de una cadena de reformas sustanciales que hacen falta a nuestro país. Pero, soberbia, imposibilitada de mirar más allá de sus narices, la oposición tradicional quiere estancar el debate político en asuntos coyunturales. El objetivo es claro y hasta legítimo, desarticular la popularidad del Gobierno y el partido en el poder. Pero, con esto, peligra la efectividad de uno de los esfuerzos más importantes en los últimos tiempos.

La reforma del Estado, que bien puede hacerse sin descuidar la administración pública, no podrá dar frutos sin que los distintos sectores (Gobierno, oposición y sector privado) discutan los temas que afectan a la ciudadanía. El país no avanzará si nos condenamos a pensar en el corto plazo y olvidamos el papel de catalizador social e institucional que debe tener la clase política.
Parece que los amigos de la política tradicional no se dan cuenta que el país necesita que los políticos se desprendan de ¨la duda de Hamlet¨. Ellos insisten en que la cuestión es ser o no ser Presidente.

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